Hemingway y las palomas de los parques parisinos
En el umbral de la vejez Hemingway escribirá la novelita best-seller El viejo y el mar que le catapultó al Nobel y a ser el escritor más emblemático de su generación, La generación perdida. Sin embrago la vida y carrera literaria del mítico escritor americano no fue, precisamente, un camino de rosas.
Ya en 1928 tras redactar la novela Fiesta Hemingway se llena los bolsillos. La cual circunstancia y por notoria añadidura sus otras grandes novelas: Muerte en la tarde, Verano peligroso, Por quién doblan las campanas, Adiós a las armas, Las nieves del Kilimanjaro; en adelante le permitirán llevar una vida de sportman: se levanta al alba a escribir y tras cumplir con su tiránica vocación; invariablemente se decide por irse de caza o de pesca. Su padre, el doctor Hemingway, un auténtico sportman, le transmitirá sendas aficiones. Sus vacaciones en la finca de Horton´s Bay, que poseían sus padres a orillas del lago Wallens, al norte del Estado de Michigan, entregado a la caza y a la pesca con su padre, en desnudo contacto con la naturaleza, fueron los días más felices de su infancia y probablemente de su vida, y a ellos aludirá muchas veces en su obra.
Hemingway fue rebelde desde su adolescencia: contradiciendo a su padre se niega a ir a la universidad y a escondidas de éste se alista junto con un compañero de bachillerato como voluntario de la Cruz Roja para poco después partir para la gerra de Europa. Pero su mítico valor rebelde se desarrolla en él con tintes sumamente trágicos apartir del inesperado suicidio de su padre. Que aconteció sobre el 1930 dos años después de su pronto y rotundo éxito con la novela Fiesta.
Su valor ahora, apartir del fatal acontecimiento, es una huida hacia adelante. Como reconoció y dejara escrito el trágico autor. ¿Hemingway el Sófloques americano? Tanto si no más que su maestro Melville o su discípulo García Márquez.
En 1924, su primera esposa, Hadley, su hijito de un año y el todavía oscuro escritor Hemingway malviven en París, hasta el punto de verse obligado el futuro premio Nobel a frecuentar a diario los parques parisinos con objeto de retorcerle el cuello a cuantas palomas encubiertamente atrapaba.