Perdida en el puerto
Llegue con mis amigas a Veracruz a disfrutar de cuatro días de descanso y diversión. Nos fuimos en la camioneta de Antonia desde Puebla porque era la más cómoda y tenía un sonido espectacular. Lau tiene un severo problema de tabaquismo y nosotras no queríamos apagar el aire acondicionado, así que nos paramos en todos los entronques, en el de Acatzingo,
Laura se ponía dos o tres cigarros en la boca para encenderlos al mismo tiempo y aprovechar, mientras las demás estirábamos las piernas. Sólo Alejandra conoce el puerto por que su mami es de ahí. Llegamos, nos instalamos en un hotelito muy mono cerca del puerto, dejamos las maletas y nos dimos un baño para arreglarnos y salir. Fuimos a Los Portales para cenar y tomar un café.
El lugar estaba padrísimo, el calor delicioso, luego, luego se siente la tranquilidad, me fui relajando en mi silla sin dejar de ver a la gente que pasaba, todo con un estilo antiguo con mucha vegetación, pensé que vivir aquí sería estupendo. Hay los marineros se ven taaaaaaaaan guapos, dijo Carla sin quitarle los ojos a dos estudiantes de marina que pasaban frente a nuestra mesa. Pedimos la cuenta para también caminar por ahí, y beber algo. Nos recomendaron un lugar, Capezzio, nunca imaginamos a dónde nos meteríamos.
Un lugar atiborrado de gente de todo tipo, música reggetonera a todo volumen. Vi como dos de mis amigas se estremecieron asustadas, Antonia y yo nos miramos y fuimos directo a la barra para traer algo que relajara a nuestras amigas. Todos y todas bailaban repegándose entre sí. Cuando levanté la vista pude ver los calzones de las tres adolescentes que bailaban en un nivel más alto.
El ambiente se estaba poniendo de locura. Un animador comienza a decir chistes pelados en el micrófono, la gente se prende, se ve que ya tiene fama. Grita e insulta. Sus juegos son de humor muy pesado y actividades están más peladas que las que he jugado en las