Ramón Gómez de la Serna sobre Madrid
Ramón sí que logró escribir su nombre en la pizarra del anonimato, como decía él a propósito de los hombres que se destacan de los millones de hombres contemporáneos. Y lo logró apartir de mirar a Madrid a través de su monóculo tierno y humano.
La invención de la greguería por el singular escritor madrileño fue consecuencia de innúmeras miradas enamoradizas de éste a su hogar: Madrid. Sin Madrid no hay Ramón y ahora uno está tentado a decir que sin Ramón no hay Madrid. Lo cual sería rematar la frase de forma injusta. Porque está el Madrid Quevediano, Larriano, Barojiano, Galdosiano, Celiano, Umbraliano, etcétera. Sí, sería injusto decir que sólo existe el Madrid de Ramón. Pero es que el Madrid de Ramón es mucho Madrid.
El Madrid de Ramón es el Madrid de todas las calles de Madrid e incluso de todos los portales de Madrid. Ramón vió Madrid con ojo de niño bueno y por eso su Madrid nos cautiva, nos alegra, nos retiene. Uno lee su Automuribundia o siquiera algunos capítulos de esta personalísima e inmejorable memoria y enseguida le entra unas inmensas ganas de ir a Madrid.
Ramón fue un escritor tan prolífico como "el Tostao": cierta vez escribió cinco libros a la par.
Ramón es heredero de Quevedo pero sin el sarcasmo y la mala leche de aquel inmortal escritor. Ramón supo hacer mejor que nadie en España buena literatura a partir de los buenos sentimientos. No hay en las Españas ningún escritor más tierno que Ramón. Pero no se piense que Ramón era tonto porque ese calificativo nada tiene que ver con nuestro Ramón: Ramón es de todos.
Nadie ha andado Madrid más que Ramón. Ramón es un andarín ejemplar y eterno y si apelamos a la imaginación todavía lo podemos ver pasear llevado por su monóculo visionario por todas las calles de Madrid. Y en ese diario caminar fue haciendo su literatura varia y mayormente monográfica. Ningún Madrid de otros insignes escritores es más de éstos que el Madrid de Ramón. Caminó religiosamente por su personal iglesia que era el rastro de Madrid y aparte de comprar una farola de tamaño natural para su torreón de escritor, así como otros innumerables cachivaches; sobre todo escribió su inmortal libro El rastro. Vió en las sombras de muchos atardeceres toda la variedad de perfiles de senos de mujer de Madrid y escribió su estupendo libro monográfico Senos. Ramón amó la fisionomía femenina de forma un tanto obsesiva. Vislumbró en los muchos amaneceres madrileños sus diferentes rostros y escribió su excelente libro El alba. Acudió infinidad de domingos con ojos frescos de niño al circo y se sacó de la chistera el celebrado libro El circo. Visitó todos los cementerios de Madrid y empapado como estaba de Quevedo y Montaigne dió a imprenta su atrevido y particularísimo libro sobre la muerte.
Entre sus "novelas" y en el caso único de Ramón pongo este género entre comillas por necesidad. Pues las "novelas" de Ramón son ajenas al canon de este género. El escritor más nuestro encaró la novela como únicamente podía encararla: haciendo ramonismo: greguería novelizada cuando se trataba del género aludido. No podía y no quería escribir de otro manera. Ramón es un ejemplo de escritor fiel a su particular estilo. Entre tales "novelas" podemos destacar El chalet de las rosas, El incongruente, El torero caracho, Piso bajo, etcétera.
Retratos y biografías escribió algunos volúmenes imprimiéndoles tanto calor humano a los artistas y literatos retratados o biografiados que la amenidad de lectura es el resultado que disfrutamos al leer tales mencionados volúmenes.